La
dificultad en los hábitos de comida es tema frecuente en la mayoría de consultas
de pediatras y de servicios de orientación.
Al ser la
alimentación una necesidad básica en la vida, su importancia es evidente. La
sociedad, además, valora y exige unas adquisiciones básicas en los hábitos de
comida.
La
alimentación no implica simplemente el acto de comer sino también una serie de comportamientos o conductas que se
adquieren progresivamente en el ámbito familiar y en comedores escolares.
Estas
conductas se aprenden a lo largo de las etapas de Educación Infantil y Primaria
de forma paulatina y se basan en la relación adulto-niño.
Hábitos
de alimentación:
Las actitudes de un niño y la distribución del horario a lo largo
del día (tiempo de sueño, trabajo escolar, juego, actividades extraescolares y
relación familiar) repercuten en sus hábitos alimentarios y en su apetito.
Los
problemas en la alimentación son frecuentes en la etapa infantil. En los
primeros meses puede darse un rechazo al pecho o al biberón o presentar cierta
incapacidad para mamar; más adelante pueden aparecer manías a la hora de comer
o comer de manera insuficiente.
La
inapetencia se manifiesta en el escaso o nulo apetito que se repite de forma
continua a las horas de la comida. Con frecuencia afecta a niños/as de la etapa
infantil.
En la
mayoría de casos no se observa causa orgánica que motive la falta de interés
por la comida y, en general, se trata de niños/as sanos que se desarrollan
dentro de los parámetros normalizados.
La
inapetencia puede ser continua o temporal debido a:
a) Acontecimientos familiares o sociales:
– el
nacimiento de un hermano/a.
– la
entrada al colegio o guardería.
– el
fallecimiento o pérdida de un familiar...
b) Un proceso de aprendizaje inadecuado:
– la
ansiedad del padre/madre ante uno o varios episodios de inapetencia que pueden
llegar a angustiar a todos los miembros de la familia y producir rechazo de la
comida.
– en
muchos casos, el adulto sobrevalora la comida y relaciona la cantidad con la
salud de sus hijos. De aquí deriva una excesiva atención e insistencia, lo que
produce a su vez un círculo vicioso difícil de cortar.
– la
anarquía en los horarios o comer entre horas.
– el abuso
de alimentos dulces, chucherías, refrescos,...
c) Causa física:
– la
dentición.
– una
enfermedad.
– un
accidente....
¿QUÉ DEBEMOS HACER?
Ante una
inapetencia continua es necesaria una valoración del pediatra para conocer el
estado de salud del niño/a, si requiere un aporte vitamínico o tratamiento de
estimulación del apetito.
Puede ser
que, tras un chequeo médico, el niño se encuentre bien y, por tanto, los padres
deben asumir que come lo que necesita.
Si la
ausencia de apetito coincide con uno de los acontecimientos mencionados
(dentición, enfermedad, nacimiento de un hermano...), debemos entender ésta
como una llamada de atención o como síntoma de un bajo estado de ánimo ante el
cual los padres pueden recurrir a una consulta profesional.
En caso de
producirse un proceso de aprendizaje inadecuado de los hábitos de comida, tenemos
que tener en cuenta que la actitud de los hijos depende, en buena parte, de la
actitud que adopten los padres. El modelo de conducta que asuma será el que la
familia le ofrece.
Es también
importante establecer unas pautas básicas que se han de mantener, como son:
– Que el
acto de comer sea una acción relajada y tranquila.
– La
permanencia en la mesa durante el tiempo de las comidas (estableciendo un
tiempo mínimo y uno máximo de estancia sin levantarse).
– Comer el
menú según el orden de presentación.
– Hacer de
la comida un momento de encuentro y convivencia, y evitar comer cada uno a su hora;
esto va a favorecer el aprendizaje por imitación.
– Evitar
compaginar otras actividades con la comida (ver la televisión, juegos,
periódico...)
–
Explicitar unas formas de comer adecuadas de manera progresiva. Es decir, que
el niño conozca las normas de su casa: uso de servilleta, postura en la mesa,
empleo de cubiertos...
–
Posibilitar la degustación de alimentos nuevos en pequeñas dosis y, aun
respetando el rechazo hacia algunos alimentos, procurar no caer en la cesión a
caprichos.
– Conviene
negociar con antelación una cantidad mínima (sobre todo de aquellos alimentos rechazados
por el niño) e ir ampliando la cantidad poco a poco.
– Evitar
que los niños coman entre horas y abusen de dulces y chucherías.
Estas
pautas pueden ser puntos de reflexión para los padres que, a partir de las
mismas, pueden establecer conductas adecuadas.
El
seguimiento de estas pautas creará unos hábitos adaptados y duraderos. Si el
niño cumple con las normas familiares se le reforzará con atención, alabanza,
elogios, etc...
Cuando el
niño o la niña adopte una conducta inadecuada a la hora de comer, los adultos
no deberán manifestar gritos, enfado, ansiedad y/o castigar. Se le debería
retirar el plato, una vez finalizado el tiempo acordado. En la próxima comida,
se mantendrán las mismas normas.
Las pautas
se adecuarán a las fases madurativas del niño. Para esto, conviene que los
padres las contrasten con las de otros compañeros y familias con hijos de
edades similares.
Como
criterio básico se dejará que el niño realice todo lo que puede hacer por sí
solo aunque esto sea más costoso en tiempo y esfuerzo.
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