domingo, 12 de enero de 2014

Fomentar hábitos alimenticios saludables

La dificultad en los hábitos de comida es tema frecuente en la mayoría de consultas de pediatras y de servicios de orientación.
Al ser la alimentación una necesidad básica en la vida, su importancia es evidente. La sociedad, además, valora y exige unas adquisiciones básicas en los hábitos de comida.
La alimentación no implica simplemente el acto de comer sino también una serie de    comportamientos o conductas que se adquieren progresivamente en el ámbito familiar y en comedores escolares.
Estas conductas se aprenden a lo largo de las etapas de Educación Infantil y Primaria de forma paulatina y se basan en la relación adulto-niño.

Hábitos de alimentación:
Las actitudes de un niño y la distribución del horario a lo largo del día (tiempo de sueño, trabajo escolar, juego, actividades extraescolares y relación familiar) repercuten en sus hábitos alimentarios y en su apetito.

Los problemas en la alimentación son frecuentes en la etapa infantil. En los primeros meses puede darse un rechazo al pecho o al biberón o presentar cierta incapacidad para mamar; más adelante pueden aparecer manías a la hora de comer o comer de manera insuficiente.
La inapetencia se manifiesta en el escaso o nulo apetito que se repite de forma continua a las horas de la comida. Con frecuencia afecta a niños/as de la etapa infantil.
En la mayoría de casos no se observa causa orgánica que motive la falta de interés por la comida y, en general, se trata de niños/as sanos que se desarrollan dentro de los parámetros normalizados.

La inapetencia puede ser continua o temporal debido a:

a)     Acontecimientos familiares o sociales:

– el nacimiento de un hermano/a.
– la entrada al colegio o guardería.
– el fallecimiento o pérdida de un familiar...

b)    Un proceso de aprendizaje inadecuado:

– la ansiedad del padre/madre ante uno o varios episodios de inapetencia que pueden llegar a angustiar a todos los miembros de la familia y producir rechazo de la comida.
– en muchos casos, el adulto sobrevalora la comida y relaciona la cantidad con la salud de sus hijos. De aquí deriva una excesiva atención e insistencia, lo que produce a su vez un círculo vicioso difícil de cortar.
– la anarquía en los horarios o comer entre horas.
– el abuso de alimentos dulces, chucherías, refrescos,...

c)     Causa física:

– la dentición.
– una enfermedad.
– un accidente....

¿QUÉ DEBEMOS HACER?

Ante una inapetencia continua es necesaria una valoración del pediatra para conocer el estado de salud del niño/a, si requiere un aporte vitamínico o tratamiento de estimulación del apetito.
Puede ser que, tras un chequeo médico, el niño se encuentre bien y, por tanto, los padres deben asumir que come lo que necesita.

Si la ausencia de apetito coincide con uno de los acontecimientos mencionados (dentición, enfermedad, nacimiento de un hermano...), debemos entender ésta como una llamada de atención o como síntoma de un bajo estado de ánimo ante el cual los padres pueden recurrir a una consulta profesional.
En caso de producirse un proceso de aprendizaje inadecuado de los hábitos de comida, tenemos que tener en cuenta que la actitud de los hijos depende, en buena parte, de la actitud que adopten los padres. El modelo de conducta que asuma será el que la familia le ofrece.
Es también importante establecer unas pautas básicas que se han de mantener, como son:

– Que el acto de comer sea una acción relajada y tranquila.

– La permanencia en la mesa durante el tiempo de las comidas (estableciendo un tiempo mínimo y uno máximo de estancia sin levantarse).

– Comer el menú según el orden de presentación.

– Hacer de la comida un momento de encuentro y convivencia, y evitar comer cada uno a su hora; esto va a favorecer el aprendizaje por imitación.

– Evitar compaginar otras actividades con la comida (ver la televisión, juegos, periódico...)

– Explicitar unas formas de comer adecuadas de manera progresiva. Es decir, que el niño conozca las normas de su casa: uso de servilleta, postura en la mesa, empleo de cubiertos...

– Posibilitar la degustación de alimentos nuevos en pequeñas dosis y, aun respetando el rechazo hacia algunos alimentos, procurar no caer en la cesión a caprichos.

– Conviene negociar con antelación una cantidad mínima (sobre todo de aquellos alimentos rechazados por el niño) e ir ampliando la cantidad poco a poco.

– Evitar que los niños coman entre horas y abusen de dulces y chucherías.



Estas pautas pueden ser puntos de reflexión para los padres que, a partir de las mismas, pueden establecer conductas adecuadas.
El seguimiento de estas pautas creará unos hábitos adaptados y duraderos. Si el niño cumple con las normas familiares se le reforzará con atención, alabanza, elogios, etc...
Cuando el niño o la niña adopte una conducta inadecuada a la hora de comer, los adultos no deberán manifestar gritos, enfado, ansiedad y/o castigar. Se le debería retirar el plato, una vez finalizado el tiempo acordado. En la próxima comida, se mantendrán las mismas normas.
Las pautas se adecuarán a las fases madurativas del niño. Para esto, conviene que los padres las contrasten con las de otros compañeros y familias con hijos de edades similares.

Como criterio básico se dejará que el niño realice todo lo que puede hacer por sí solo aunque esto sea más costoso en tiempo y esfuerzo.

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